Puzzles de Arena

El problema es la constancia

Resumen gráfico

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Líquenes en Valsaín

Niñas en Alcalá de Henares

Señora y bolso, Alcalá de Henares

Señores al fresco, Alcalá de Henares

Cap de Cavallería, Menorca

Es Talaier, Menorca

Carretera, Menorca

Burro menorquín

Mar Mediterráneo

Mi habitación en La Latina

Valle del río Tajuña, Guadalajara

Otoño, Guadalajara

El resto de las fotos, aquí.

Written by Guzmán

octubre 28, 2012 at 9:27 pm

Inventario de recuerdos y artículos personales: 7 años más tarde

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Se aproxima el solsticio de verano y yo estoy en Inglaterra disfrutando del tiempo primaverotoñal que se estila por estas tierras. Y como siempre que vuelvo aquí, me acuerdo del curso que estuve de Erasmus en Leeds y me doy cuenta de que hace 7 años por estas fechas dejamos todo aquello para volver a la realidad. A acabar la carrera, a casa de los padres. Después de pasar un año en el limbo, nos quedamos con la boca abierta al ver a la gente partir. Hasta un día en que no quedó nadie. Con esa sensación todavía en el paladar, no puedo resistirme a copiar el texto que escribí por aquella época, poco antes de dejar la habitación de la residencia donde pasé esos 9 meses que duraron mucho y nada a la vez.

Miro a mi alrededor. Veo cosas que llenan las paredes, las mesilla, los cajones.
Lo que cubre el suelo son pelusas.
Veo fotos que son más que 10x15cm, libros que no solo son de tapa dura y cantos reforzados, sábanas con más de 80% de algodón.
También veo un vaso de pinta y una caja de cereales.
Hay cosas que son solo cosas.

En poco tiempo cambiare de latitud. Algún extraño, maldito sea, dormirá en mi cama, pisará mis pasos y correrá las cortinas para mirar al gris de allá fuera. Ladrón, ignorante, canalla. Me robará sin apenas disfrutar de su botín. Y los policías dormitaran bajo sus cascos, ajenos a semejante ultraje. Habrá vacios legales, abogados corruptos, jueces oscuros. Enfundados en sus túnicas negras me compadecerán con la mirada. No habrá nada que hacer. Lo sé.

Solo queda recordar y escribir antes de que sea demasiado tarde.

Cuando paseando por las calles de Ikley con el bueno de Carlos vimos aquella librería, enseguida pensamos en que sería un buen lugar para calentarse un poco. Que frio hacia aquel día de noviembre. Mientras comenzábamos a sentir de nuevo la sangre irrigando los pies, me topé con un beso familiar. Era un cuaderno de Robert Doisneau, el fotógrafo que retrato el blanco y el negro de un Paris en la postguerra. Cinco pounds me pareció una ganga por semejante colección.
Desde entonces, esas imágenes cuelgan de la pared. El carrusel parece a veces girar bajo la lluvia, la torre Eiffel alguna vez salió disparada hacia el techo, como un cohete y cuando sopla el viento, un humo negro llena la habitación. Debería recortar esa chimenea.

También tengo una foto de mi familia, que he de reconocer, tuvo que mandar mi padre porque no se me había ocurrido traer ninguna.
«Para que te acuerdes un poco de nosotros, hijo».
A todos los campamentos de verano me llevaba una foto de escena campestre de los Sánchez . La familia al completo sonreía entre las hierbas de un prado. Mi hermano lloraba, cada uno en su papel. Al menos la miraba con cierta añoranza las primeras noches, pero aquí ni eso. No sé que me ha pasado. Será que me he hecho mayor.

Me queda un tenedor y un cuchillo. Este último lo tuve que coger del hueco entre la cocina y el fregadero. No reproduciré los espantos que sufrí durante el viaje de mi brazo hacia el lugar más recóndito de la geografía inglesa. Decir que lo difícil no fue llegar sino arrancar el sufrido cuchillo del sustrato grasiento donde reposaba. Más tarde y un poco más calmado me comento que había estado a punto de dejarse morir, estos jóvenes de ahora no aguantan nada.

Tenía tres platos. Hace unos cuantos meses se rompió el último. «Para lo que queda» pensé. Ya puestos podía haber pensado también en lo difícil que es comerse una pizza en un bowl.
Lo de los vasos es otra historia, yo juraría que tenía seis. Y me queda uno. Ahora sospecho de todos mis compañeros de piso. Tienen algo de misterioso en la mirada.

Hay cosas que cuentan otras historias. La Pastilla de Jabón, la única que hubo y habrá, dice poco de mis hábitos de higiene personal. La toalla colgada en la puerta del armario me recuerda que no hubo percha adhesiva en todo el supermercado que aguantara su peso cuando estaba mojada.

Hay apuntes desordenados encima de la mesa, jarabe para la tos, una poesía, un jardín impresionista, la lista de los verbos irregulares.
Tengo sucios los cristales de las gafas.
Los cables se entrelazan en el suelo, el lavabo se lleva las últimas pompas de suciedad, el flexo zumba como una abeja.
Si apago la luz puedo oír sirenas de policía, el rumor de la televisión, un portazo, el agua de la ducha.

Me pregunto donde quedará todo esto una vez que me vaya.

«Querido nuevo inquilino,

Decirte que aunque no me hace mucha gracia que vayas a ocupar mi lugar, ya estoy resignado.
El lavabo de la habitación gotea, bueno, en realidad chorrea. Asegúrate de cerrar con fuerza el grifo del agua caliente o no podrás pegar ojo en toda la noche.
Probablemente te preguntaras por qué la ducha te llega a la altura de la barbilla. Yo también lo hago. Circulan muchas hipótesis por el piso, pero de momento sigue siendo un enigma. Los más se inclinan por la arquitectura modernista.
En la casa de enfrente vive una señora que está loca. Suele salir en su camisón al portal y vocifera sin parar. Te animo a que intentes descifrar lo que dice. Su marido, cuando no aguanta más, se mete en el coche, cierra los pestillos y pone música de Queen a todo volumen. Encontrarás peculiar el cannon de entre la voz de la mujer y la de Fredy Mercury, a veces incluso suena rítmico.

Te dejo la planta, creo que no resistiría el viaje en la bodega del avión. Déjala en la repisa de la ventana, riégala dos veces al día, pero sin pasarte, no la vayas a ahogar.

También te dejo los recuerdos de mi último año en Leeds. Están por todas partes. No se ven, pero créeme, están. Si abres la ventana, dejarán de flotar en el aire y se agarrarán a las sillas, al suelo, a la cama. No forcejees, son un poco tozudos pero con el tiempo sabrán que sus días se acabaron y se marcharán sin hacer ruido. Y mientras, tu vida se irá adueñando poco a poco de la habitación. Hasta que llegue junio. Entonces comprenderás a este tipo melancólico que te escribe una carta sin esperar respuesta.

Disfruta de tu estancia,
un saludo

Guzmán»

Written by Guzmán

junio 18, 2012 at 11:27 pm

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Una entrevista para la historia

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Esto es un incunable, un documento inédito que promete revolucionar la blogosfera. Es una entrevista que me hicieron cuando tenía 11 años en El Norte de Castilla. Como no tiene desperdicio, me ahorro la introducción. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Written by Guzmán

May 16, 2012 at 4:09 pm

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El Día del Libro

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La cosa empezó hace años y se hizo tradición. El plan era siempre el mismo. Cada 23 de abril quedaríamos mi tía Marisa y yo en algún lugar del centro de Madrid para comprar libros y comer una ensaimada en la Mallorquina. Aunque cualquier excusa es buena para hacerse con un libro siempre tuvimos especial apego a este día. Cada uno tenía su estrategia, Marisa solía preferir guiarse por la intuición y comprar el primer libro que captara su atención. Yo sin embargo tendía a ser más cauto y pensaba de antemano en alguno en particular. De nuestros días del libro pasados recuerdo algunos títulos como «La palabra en el aire» de Ángel González, «El ruido eterno» de Álex Ross, «Se está haciendo cada vez más tarde» de Antonio Tabucchi, «El Fulgor» de José Ángel Valente.

La verdad de todo esto es que, muy a mi pesar, me he perdido más de la mitad de los Días del Libro por estar fuera de Madrid, o de España como ahora. Y mi tía, que es muy de acordarse de la gente, siempre piensa en mí en el día de hoy. Esta mañana me he despertado con una sorpresa en el email que merece ser compartida. Feliz Día del Libro.

«…Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como sí las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmadas en las páginas.»

Luis Sepúlveda                                    -Un viejo que leía novelas de amor

«Yo tenía una granja en Africa, al pie de las colinas del Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.»

Isak Dinesen                                        -Memorias de Africa

«…Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que en mí juventud me deslumbraba; aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria de las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo.»

William Wordsworth                             -Esplendor en la hierba

«…Me acerqué a las vías con varios minutos de antelación, llovía de nuevo y veía mi aliento en el aire delante de mí, saliendo de mi boca en pequeñas ráfagas de niebla. Una por una, arranqué las páginas del cuaderno, las arrugué con la mano y las tiré a una papelera del andén. Llegué a la última página justo cuando el tren salía.»

Paul Auster                                         -La habitación cerrada

«Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedóse un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino que observaba sí llovía.»

Miguel de Unamuno                           -Niebla

«…Y el grillo, como virtuoso obstinado, persistió en sus ejercicios musicales, a la verdad algo monótonos, hasta que apareció en el cielo la plácida sonrisa del alba. A los primeros rayos del sol calló el músico, satisfecho, sin duda, de la perfección de su artístico trabajo, y una codorniz le sustituyó en el solo, dando los tres golpes consabidos. El sereno llamó con su chuzo en las tiendas, pasaron uno o dos panaderos con la cesta a la cabeza, se abrió una tienda, luego otra, después un portal, echó una criada la basura a la acera, se oyó el vocear de un periódico. Poco después la calle estaba en movimiento.

Pío Baroja                                         – La busca

«…De la mano de sus padres, por las callejas del pueblo, el niño regresa a casa sintiendo otra vez de nuevo el frío intenso del viento y el olor húmedo y negro que trae de las escombreras mientras su memoria sigue vagando entre los hoteles en los que una mujer rubia le espera para besarlo y a la que volverá a buscar mañana cuando el Cine Minero esté cerrado.»

Julio Llamazares                                -Escenas de cine mudo

«…La nueva criatura dice que su nombre es Eva. Está bien, no tengo inconveniente. Dice que es para llamarla cuando quiera que venga. Le dije que en tal caso era superfluo. Esta palabra suscitó su admiración. De hecho es una palabra larga y acertada, y pienso repetirla. Dice que no es una cosa, que es una persona. Yo tengo mis dudas al respecto, y en cualquier caso por importa: no me interesa lo que sea mientras se las arregle sola y no hable.»

Mark Twain                                      -Diario de Adán y Eva

«…Aquel año, creo que fue por la primavera, mi padre se puso a hablarme de Granada. Lo haría con frecuencia, en los sucesivo, reteniéndome durante horas a su lado, siempre sin mirarme, sin saber si lo escuchaba, si entendía, sí conocía a los personajes y los lugares. Se sentaba, cruzando las piernas, se le iluminaba el rostro, modulaba la voz, se le esfumaban cansancio y enfado.»

Amin Maalouf                                  -León el africano

«Mucho años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.»

 Gabriel García Márquez                 -Cien años de soledad

«…Al coronar la última barra de arena, la mar prendida de una fresca ala de brisa, apareció allí delante y no recuerdo haber experimentado el sentido de su inmensidad sino una sensación de salvaje alegría dentro del clamor de su luz.»

 Manuel Vicent                                 -Contra paraíso

«…Entre el Cabo de Gata y Garrucha media una distancia de casi un centenar de kilómetros de costa árida y salvaje, batida por el viento en invierno, y por el sol y el calor en verano, tan asombrosamente bella como desconocida. Hay acantilados, rocas, isletas, casas. La arena se escurre con suavidad entre los dedos y el mar azul invita continuamente al baño.»

Juan Goytisolo                                -Campos de Níjar

«…y en la sombra del sauce se hizo un silencio expectante y, de improviso, el pájaro se lanzó hacia adelante, picó, y ante la mirada atónita del grupo, describió tres amplios círculos sobre la corralada, ciñéndose a las tapias y, finalmente, se posó sobre el hombro derecho del Azarías y empezó a picotearle insistentemente el cogote blanco como si le despiojara y Azarías sonreía, sin moverse, volviendo ligeramente la cabeza hacia ella y musitando como una plegaria,  milana bonita, milana bonita.»

 Miguel Delibes                               -Los santos inocentes

«….El viejo Esteban mira las serpentinas de colores que corren por el cielo: rojas, anaranjadas, amarillas. Las estrellas se van haciendo blancas. Las últimas chispas se apagan y brota el sol, entero, poniendo gotas de vidrio en la punta de la hierba.»

Juan Rulfo                                       -El llano en llamas (En la madrugada)

«Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción sin saber qué hacer, el director estaba de vacaciones, él se encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa contaba ya con una página cultura, y se la habían encomendado a él. Y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte.»

Antonio Tabucchi                             -Sostiene Pereira

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres cuartas partes de su hacienda.»

Miguel de Cervantes                       -Don Quijote de la Mancha

Querido Guzmán, ya que hoy no podemos dar juntos un paseo para ver, tocar y oler libros, espero que disfrutes con estos trocitos de libros maravillosos.
Un abrazo enorme y feliz Día del Libro, Marisa

Lectura en la Toscana, julio 2009

Written by Guzmán

abril 23, 2012 at 2:40 pm

10 retratos de España en el extranjero

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Uno se suele expresar de distintas maneras para tratar de entender su propia realidad. Un intento de representar con elementos externos lo que ocurre internamente, como los fotógrafos que en realidad se retratan a sí mismos a través de sus modelos. Hasta aquí, nada nuevo. El caso es que he hecho algunas fotos en Montreal, pensaba, pero me acabo de dar cuenta de que me he equivocado todo este tiempo. Yo creía que las hacía para conocer el exterior (nuevo) y digerirlo en porciones discretas para el interior, un poco a la inversa de lo anterior. Hacía fotos de arquitectura industrial abandonada, paisajes de invierno y demás elementos no categorizables. Todo cosas nuevas y curiosas a mis ojos subjetivos. Pero al mirar las fotos (supuestamente de Canadá) no he parado de ver a España. O el lugar antes conocido con tal nombre. No me preguntes por qué, no lo sé explicar, pero me parece haber retratado un país haciendo fotos del extranjero. Y no es que me haya ido a Grecia, tan similar y tan repudiado camarada de aventuras económicas (primero se llevaron a los griegos, pero no me importó porque yo no lo era). No, Canadá no se parece a España ni en lo humano ni en lo económico. Nos parecemos en lo común de la herencia norteamericana que comparte todo occidente, pero nada más. ¿Entonces? No lo se explicar, será el resultado de una cabeza calenturienta que no para de darle vueltas inconscientes al futuro. A veces de manera individualista y puramente egocéntrica (así nos han enseñado), a veces compartiendo un pesimismo colectivo. Pensando en cómo se construirá un país desde fuera si todos nos vamos, si cambiaremos mucho en el extranjero y si podremos volver, los exiliados, si todavía habrá sitio para nosotros. Pensando también en los que se quedan. Siempre quedan algunos buenos centinelas pero también, y sobre todo, quedarán los comemierda. La jauría de personajes oscuros y planos, la masa acrítica incapaz de pensar algo que no esté pensado de antes, de imaginar un futuro que no sea la imagen especular y borrosa de un presente aterrador. Quedarán los que hicieron méritos en política, los madrugadores que llamaron a la puerta de los partidos, con la camisa de domingo y la raya a un lado, los que prometieron repetir la lección una y otra vez hasta que esas fórmulas agotadas formaran parte inherente de su cerebro de hormigón. Y se irán los distintos, no estamos para experimentos con la que está cayendo, los que no entienden qué coño está pasando, los que imaginan que hay alternativas. Sobre todo se irá la imaginación. Por todo esto y por nada en realidad, estas son las 10 fotos que hice en Canadá con la cabeza llena de España. A pesar de lo anterior, también hubo momentos de esperanza.

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El resto de la colección está AQUÍ.

Nuevo EP de Lígula

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La verdad es que lo he difundido a los cuatro vientos pero siempre hay alguien que se hace el distraído. En Lígula tenemos nuevo EP. Se grabó en los Estudios Reno de Madrid. Y creo que ha quedado bastante curioso.

Podéis escuchar y descargar las canciones aquí: http://ligula.bandcamp.com/

El cuadro de abajo es la portada del EP, que pronto saldrá en formato físico. Una síntesis gráfica de las cinco nuevas canciones realizada por Hugo Rodríguez.

Lígula EP, Marzo 2012

Written by Guzmán

marzo 21, 2012 at 4:15 am

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Homenaje a un móvil

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Cierto es que le faltan algunas teclas, casi no le dura la batería y siempre hay algo de bruma en la pantalla, pero en estos días de obsolescencia programada no es muy normal que un móvil dure más de 5 años.

Desde hace tiempo quiero darle un homenaje por lo que ha tenido que aguantar y la cantidad de memeces que ha escuchado durante todo este tiempo. Menos mal que los móviles no hablan todavía. Para compensarle por los comentarios abusivos que recibe a diario de las personas de mi entorno, claramente infundidos por la envidia que sienten hacia nosotros por seguir juntos después de tantos años. Ellos que nunca han conseguido establecer una relación duradera, siempre andado por ahí con esos terminales táctiles, con internet y cámaras de muchos megapíxeles que les dejan tirados en el momento más inesperado, cuando ya empezaban a relajarse de la ruptura anterior y guardaban sus números en las agendas. Y entonces nosotros, mi móvil y yo, les miramos con cierta condescendencia pero intentando ser dulces y comprensivos a la vez. En alguna ocasión se nos escapó un » ya te lo dije» pero por lo general sólo sentimos pena.

Como digo, estamos de celebración. Así que he recopilado unas cuantas fotos de las que hemos ido haciendo estos años y ha salido una colección curiosa. Son fotos espontáneas; de gente, de lugares, de nada. Aunque no pretenden ser resumen, quizás de alguna manera lo sean.

De calles,

y cielos

de las noches

y las mañanas

de reclamos diversos

y expresiones varias

de algunos amigos

Pero sobre todo de la rutina

de las cosas sin importancia que suelen pasar desapercibidas,

a no ser que se apriete un botón,

y queden suspendidas en el espacio-tiempo contra todo pronóstico.

Después de todo, este móvil me conoce como nadie. Y en estas fotos, en su irrelevancia y su patrón errático, me veo sorprendentemente analizado.

La colección entera está aquí.


Written by Guzmán

enero 15, 2012 at 6:56 pm

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Con Méjico como excusa

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Hace ya muchos meses de los grandes viajes que fueron justificación suficiente para abrir este nuevo blog. Casi cuatro años de aquello. La primera experiencia con las bitácoras en internet había empezado bastante antes con el blog de corto recorrido «Sin Membretes» que abrí siguiendo el consejo de dos buenos amigos durante nuestro Erasmus en Inglaterra. Ahora descubro que todavía funciona el link y me pregunto dónde almacenarán toda esta basura cibernética que se queda suspendida en el tiempo. Aquel blog tenía lo suyo, un fin de erasmus y un voluntariado en Nicaragua. Y acabó de muerte natural por desuso. Un par de años después surgió otra vez el interés por contar alguna cosa irrelevante que sucediera lejos de la patria. Aunque todo empezó por el relato de un camarero el día Año Nuevo en el Hotel Palace, pronto pasamos a las historias de la India y Sudamérica. Durante seis meses escribía de forma errática sobre personas y lugares que se sucedían en el viaje. Nunca quedé convencido de tanta descripción y tanto adjetivo pero, en medio de aquella saturación sensorial y en un estado de contínua transición, era lo único que podía hacer. Desde entonces y sin previo aviso,  hay momentos puntuales en los que me doy cuenta de cosas que fueron imperceptibles durante los meses del movimiento y que, al volver a la  rutina, aparecen claras ante los ojos. Como digo, al final había que volver aunque el final del viaje sucedería muchos meses más tarde y por sorpresa cuando un día, en un lugar de Madrid, te sientes en casa. Entonces tocó volver a escribir ficciones con más inventiva que un relato de viajes (por mucho que esto tenga un componente subjetivo importante) y a hacer fotos de lugares más cercanos. Así pasaron los meses, buscando una pasíon para justificar existencia en tardes de domingo.  Hasta este mes de noviembre, de vuelta de una fugaz visita a Méjico que me ha hecho recordar todo lo anterior: los viajes, el blog, las palabras. Un desvarío pequeño para una noche fría. Otra vez se me han hecho las tantas.

Mar en Progreso

Puesto callejero

Uxmal

El resto de las fotos de Méjico, aquí.

Written by Guzmán

noviembre 9, 2011 at 12:46 am

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Cosas que pasan en otoño

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Y no sólo hablo de la lluvia, de que amarilleen los campos y se caigan las hojas de los árboles. Hablo de las luces que se encienden en las casas por las tardes, de los libros que se leen y las mantas que tapan los pies cuando te tumbas en el sofá. Hablo de los cafés -ya no hay terrazas-, del cine, de los guisos y las setas.

Cuando era pequeño mi estación favorita era el otoño. Ahora no lo tengo claro, como sobre el resto de las cosas. Hay cierta seguridad en lo que se piensa de pequeño, un aplomo especial para mirar al futuro sin dudas que se va amortiguando con los años. Me gustaba el otoño por la vuelta al colegio, la reunión con los amigos, los libros de texto nuevos (aquel olor…). Porque el otoño tiene algo de novedad y la vida se reinicia después del aletargamiento estival, empezando meses de actividad sostenida hasta la navidad -aún queda mucho para eso, quiero pensar- en los que cada tonto sigue con su tema. Pero creo que, por encima de todo, lo que siempre me ha gustado del otoño es la soledad que llena la habitación en las noches, cuando fuera llueve, hace frío, sopla el viento. Esa soledad que nos mueve y nos obliga a hacer. Motor de la mayoría de las cosas en la vida.

Written by Guzmán

noviembre 3, 2011 at 1:01 am

Publicado en fotografía, Relatos

¿Una foto más?

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Hoy viendo un corto sobre fotoperiodismo de guerra que me mandó el Viajero Austral, me he acordado de algo (lejanamente) relacionado. Hace unos años envié esta foto a un par de amigos para pedirles su opinión. Transcribo literalmente la conversación que tuvimos en aquel momento.

TEXTO DEL EMAIL:

Hice esta foto en la India. Uno de los chicos que viajaba con nosotros me lo recriminó porque le parecía gore y morboso. Yo le dije que sólo la usaría para transmitir la realidad de la foto en forma de denuncia y me sonó un poco a cuento. Ahora es una foto más de las 1600 fotos que hice en el viaje. Si una foto de este tipo no sirve para «cambiar conciencias», se puede sostener sólo por criterios artísticos?

Es una duda que tengo…

RESPUESTA 1:

He aprovechado tu pregunta para hacerla en la oficina y…. se ha abierto un bonito debate 🙂

Están toooodas las posturas representadas, así que yo te doy la mía: depende de tu intención al hacer la foto; si la hiciste solo porque «jo! cómo mola este contraste, esa composición, ahi con el cartel de Internet detrás…» o porque creías que esa foto la tenían que ver tus colegas. Si lo hiciste por arte, estás cosificando a ese señor. Si lo hiciste ‘para contarlo’ también lo cosificas – no nos engañemos – pero menos.

Si eso luego sale en un periódico o solo lo ven tus 30 amigos en Flickr, es lo de menos. Creo.

RESPUESTA 2:

¿Y cuál es la diferencia entre esta foto y cualquier otra de las que has hecho de otra gente en la India? O en cualquier otro sitio? ¿es sólo cuestión de kilos? ¿Estaría menos «cosificado» el señor fotografiado si estuviera gordo, o llevara una vestimenta tradicional, que también produciría su buen contraste? ¿qué buscamos cuando hacemos fotos de gente? no creo que siempre sea para denunciar algo, ni creo que la denuncia de ese algo sea la excusa para cualquier foto. 

A este respecto es aleccionadora la historia del fotógrafo Kevin Carter, ganador de un Pulitzer en 1994, que se suicidó un par de meses después de recibido el premio entre otras cosas, al parecer, por «culpa» de la foto.

En fin, creo que tu pregunta y tu duda existencial tienen tantas respuestas como gente preguntada. Y también creo que mientras no te dediques a torturar a nadie para luego hacer fotos de sus heridas y vender esas fotos, si sólo haces fotos de lo que ves, de lo que existe lo fotografíes tú o no, la cosa no es grave y estoy de acuerdo en que lo de menos es la difusión. Si encima sirven para algo bueno, mejor que mejor.

Sería magnífico pensar que gracias a las fotos se podría cambiar el mundo (sería magnífico que pasara), pero me temo que no es así.

 

Written by Guzmán

agosto 30, 2011 at 1:14 pm

Publicado en fotografía, opinión